I Una delgada línea azul bajo tu nombre confirma tu ausencia.
II
creí tocarlo
rocé sus labios
pasó
con rumbo desconocido
“No lamento tu ausencia...pero tampoco me alegra”
¿Conoces el silencio del silencio, esa oscuridad absoluta que te carcome, desde dentro y hacia fuera, dejando en tu carne la no existencia de un cuerpo a tu lado?
Ni libre ni ocupada, sino como yo quiero. Me he perdido entre tanto mar y océano, ya no caben mis libros que coloco para que reposen sobre mi cabecera, a veces me dan pena, esperan tantas horas, tantos días, para que mis manos, tan libres y ocupadas, tan deseosas como ingratas, los tomen, los llenen de caricias, los arrullen en las cunas de mis cinco dedos. Casi no tengo tiempo, aunque escucho o aparento que oigo ciertos reclamos: ¿Qué haces, por qué no vienes, por qué no llamas? O que tal la lista interminable: olvidaste aquello, perdiste esto, se quemó el guiso, ya no hay ropa limpia en la gaveta... en fin...me falta tiempo para muchas cosas que deseo con todas mis arrugas y canas realizar con esmero. El reloj en precisa retirada, detrás de sus manecillas disparejas, al final del día, cuando mi cansancio me ordena irme a entretener con el noticiero de las seis, me va dictando lo que queda pendiente: visitas aplazadas, promesas hechas bajo juramento y que olvido como siempre, como olvido mis películas favoritas de amor y suspenso...como olvido, bajo mi responsabilidad y voluntad propia, la existencia de mis honorables enemigos, que en tóxicos días me causaban miedo, dolor y amargura, aunque hoy, a forzadas y duras penas reconozco su labor benéfica al hacerme razonar sobre lo que realmente disfruto más hacer. Libre u ocupada, radiante o melancólica, lo que más hago, señores, es vivir, por eso no me queda tiempo de nada.
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